El otro día me pegué un atracón de calçots de miedo. Sí sí, un atracón de los buenos. La verdad es que están buenísimos, pero son muy muy indigestos. Así que si no vas muy sobrado de jugos gástricos (como es mi caso), te recomiendo que los comas al mediodía y no por la noche, y también que moderes la cantidad. Fue tal mi empacho que acabé entendiendo lo que sintió el lobo de la caperucita roja cuando el leñador le llenó la barriga de piedras...
Para quien no lo sepa, los calçots son unas cebollas tiernas de forma alargada que se hacen a la brasa y se comen 'remojando la cebolleta' (valga el símil) en una salsa especial a base de tomate, cebolla y almendras, entre otras especies. Enero y febrero son los dos meses estrella de los calçots (es la época de la recolecta), y son cada vez más conocidos no sólo en Cataluña sino también en otras partes de la península ibérica y alrededores (entiéndase por alrededores Japón, ya que los japoneses sienten auténtico fervor por esta tradición gastronómica catalana). Bueno, al lío. La verdad es que son muy graciosos porque los comes con un delantal, alzándolos por encima de la cabeza bien remojaditos en salsa, e intentando pescarlos con la boca sin llenarte de salsa hasta las cejas. Además, están muy buenos a la brasa ya 'que entran muy bien', como se suele decir. Pero la verdad es que si no vas con cuidado y comes demasiados se pueden atrincherar en el estómago provocando una auténtica revolución intestinal (lo digo por experiencia).
Así que ya sabes, si quieres probarlos (muy recomendable, están de muerte), ten cuidado con la cantidad, que aunque tengan cola verde y parezcan simpáticos son pesados e indigestos como un alambre de espinos...
Os dejo unas fotos de los calçots y también de la salsa:
Que aproveche!!